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La historia del origen y la consolidación de la Orden de Frailes Menores Capuchinos, fundada canónicamente en 1528 por el papa Clemente VII, es prácticamente desconocida en el mundo hispano americano. Si bien es cierto que se trata de una de tantas reformas franciscanas erigidas desde el Medievo central hasta la época moderna, su estudio ofrece múltiples singularidades para comprender el complejo abanico de manifestaciones religiosas vinculadas con la sensibilidad barroca europea, instrumentada desde el siglo XVI hasta las postrimerías del siglo XVIII. En este sentido, el argumento central de la presente obra gira en torno a la representación que de sí mismos hicieron los frailes capuchinos para ganarse el aprecio de los fieles como los franciscanos más penitentes de la cristiandad, gracias al uso de sus largas y descuidadas barbas y de un hábito con capucho cuadrado y alargado. Sin embargo, la recepción de esta imagen visual vivida y andante no estuvo exenta de controversias, incluso dentro de la gran familia franciscana. Y es que sustancialmente la reforma capuchina fue de carácter indumentario y corporal; con ella, los primeros religiosos reformados de la capucha pretendieron absorber en sus propios cuerpos las directrices morales y las cualidades físicas del san Francisco medieval en un mundo completamente diferente: el de las apariencias barrocas de la época moderna.