Los problemas nacionales y mundiales se van agravando cada vez más, provocando miles de muertes, desplazamientos, pobreza, aumento de enfermedades para los que el gobierno ya casi no brinda atención médica pues en México y el mundo, el Estado ha sido obligado a batirse en retirada bajo el acoso despiadado de los postulados neoliberales diseñados por una élite capitalista global (el uno por ciento de la humanidad) que va arribando a la fase final de acumulación y de máxima concentración del capital que las leyes de la economía política ya habían previsto, aunque al mismo tiempo se va enfrentando al no muy lejano agotamiento de los más importantes recursos naturales (petróleo, gas, agua, áreas verdes), fenómeno acelerado por la explosión demográfica verificada sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, jamás frenada sino estimulada por la “economía de mercado”, enriquecida hasta lo inimaginable proporcionalmente al crecimiento poblacional y lógicamente del aumento de consumidores sin que le importe saber que los recursos naturales no son inagotables.
En la medida que nos vamos acercando a su final, no sólo van aumentando injusticias y guerras para apoderarse de las últimas reservas de riquezas naturales sino que además la febril actividad industrial, comercial, agrícola y de servicios, nos ha acercado a un colapso ambiental del que, según muchos científicos, no habrá retorno una vez rebasado su punto de inflexión.
Frente a este contexto amenazante y de deterioro general (económico, político, social, cultural, ético y ambiental), cabe una pregunta: ¿qué hace la educación?
Dos cosas: “preparar” a sus estudiantes para que en sus diferentes licenciaturas ayuden a producir más y más (en otras palabras, acelerar el acercamiento al colapso sin la menor conciencia). “Desconectar» (sobre todo en la enseñanza básica y media superior) todos estos graves problemas refugiándose en el estudio del pasado (ciencias sociales), sin ninguna conexión con el presente, la realidad, o dedicándose a formulaciones generales memorísticas (ciencias exactas) también sin que se le ocurra que podría ayudara los estudiantes a prever o a evitar el agravamiento del colapso ambiental, político, económico y social.
Se vive, al interior de cada escuela o aula, como dentro de una burbuja que protege, aísla o disocia esquizofrénicamente al alumno de su realidad, de su problemática. Esta postura corresponde a lo que todos los educadores o pedagogos conocen como la enseñanza tradicional que todos aborrecemos pero no dejamos de practicar cada día, en cada salón de clases. Desde hace tres o cuatro décadas se ha demostrado lo dañino en todos los ámbitos de ese tipo de enseñanza, pero nada real se ha hecho.
Esta investigación hcmerográfica sobre la gravedad de algunos problemas globales busca retransmitir la información más actual sobre los mismos con la idea de poder analizarlos en las aulas, lo que inevitablemente plantearía la necesidad inaplazable de UN CAMBIO RADICAL EN LA EDUCACIÓN para que ésta deje de estudiar “temas” y se aboque a la investigación, análisis y planteamiento de propuestas de solución de los más importantes problemas nacionales y globales que nos están afectando y amenazan dañarnos aún más.
Aún es tiempo.
https://mega.nz/file/o5JHDaZD#TjJGrVP_RjhAng3JiggqXZ2w214hVQgOrtvVxN4Jxp4