Alfonso Gutiérrez Hermosillo, Teatro,

CONSTITUCIONALMENTE Alfonso Gutiérrez  Hermosillo (1905-1935) era poeta lírico y toda su dis­ciplina la aplicó a una tarea de depuración sobre la riqueza desbordante de su temperamento, el teatro le propuso la com­plejidad de sus secretos objetivos a los que llegar —como meta distante y difícil— por amor y tenacidad. Rico en sus­tancia lírica, soñó venir al dominio de la dramática y ésta fue una de sus más caras y pertinaces ilusiones, transmutada en trabajo cordial, humilde y perseverante.

“Es singular la observación que puede hacerse en el trayecto de todas las literaturas: ningún genio literario lle­va en sí la rotundidad, la agudeza, la armonía y el imperio de las formas, la conciencia moral y el esplendor del espíritu, tanto como el genio dramático. Un Goethe, un Shakespea­re, un Lope, un Tirso, un Schiller, un Calderón, un Juan Ruiz, un Corneille, un Moliere lo demuestran”— escribió el pro­pio Gutiérrez Hermosillo en su apasionado estudio de los Problemas del Teatro en México, páginas que sobre el in­terés del tema que atacan con valentía y sinceridad desusa­das, ofrecen el interés de dar a comprender, en su magnífica proporción, la vehemencia de Alfonso por la poesía dramática, y cómo, a fuerza de constancia, iba apoderándose de los secretos del teatro. El género dramático —escribe en la pri­mera página de ese ensayo— “es, en el fondo y de la manera más generosa, la polémica espiritual por la que fermentan y suben las actitudes humanas que preocupan al pueblo que las engendra”

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